Prefiero escuchar al otro, porque me desfanatizo

Si sólo me escucho a mí y a otras versiones de mí mismo, me fanatizo.
Prefiero escuchar al otro, porque es la única manera de desfanatizarme.

Prefiero escuchar al otro y que el otro me escuche.
Para eso no hace falta alzar la voz. Alzar la voz sólo hace
que yo me escuche más fuerte y me convenza de lo que digo, no que el otro me escuche.
Escuchar al otro no es tratar de convencerlo.

Escuchar al otro realmente es aceptar de arranque que puedo estar equivocado.
Equivocarse es válido, o mejor dicho, es natural e inevitable. Pero equivocarse no es sólo aceptar el error
luego de cometerlo; equivocarse es aprender a pensar que hoy, ahora mismo,
con lo que digo, con lo que pienso y con lo que hago, también puedo llegar a estar equivocado.

Para escuchar al otro no es suficiente nombrarlo, hace falta aprender cómo el otro se nombra.
Lo peor que podemos hacer es creer que por alguna circunstancia, alguna suerte, algún azar
que nos haya hecho vivir cierta cosa y al otro no, tenemos el derecho de
quitarle al otro la posibilidad de nombrar las cosas. Porque nunca hay quien lo haya vivido todo
y porque inevitablemente nombramos las cosas, más allá de que nos dejen o no decirlo.

El fanatismo no son las ideas extremas; no son sólo las guerras,
las matanzas, el terrorismo. Esas son las consecuencias.
El fanatismo es la lógica con la que operamos para llegar a esas ideas y actos;
es la ceguera que hace que pensemos
que no puede existir
otra verdad
más que la nuestra.
Es la soberbia. Es el egocentrismo.

Prefiero escuchar al otro, porque es la única manera de generar nuevas conexiones
entre esas puntas que parecían lejanas. Es la única manera de crear en conjunto.

Prefiero escuchar al otro y que el otro me escuche,
porque es la única forma de no fanatizarnos.
Es la única forma de no matarnos.

Elecciones 2015… ¿A quién votar? – Algunas notas mentales.

Está difícil la cosa. A veces de chico uno sueña con el día en que pueda ejercer su derecho ciudadano a votar; piensa que al fin va a poder sumar fuerza política a “los suyos”, incidir en la realidad, luchar por una ideología… bueno, toda una lista de cosas que no suelen cumplirse llegado el momento de elegir una boleta y meterla en un sobre.

La utopía de votar desde la convicción de una ideología no es más que eso, una fantasía, cuando en la realidad los candidatos nos despiertan sospechas, dudas, desconfianza, descreimiento. O cuando el único que nos inspira algo, alguna cosita, no va a poder nunca reunir los votos necesarios ganar la elección.

Entonces, uno empieza a meter en la balanza todo tipo de criterios (a veces excusas, a veces emociones, a veces argumentos) para tratar de comprender a quién finalmente elegir en el gran día del cuarto oscuro.

Aquí algunas de las cosas (sueltas y disparejas) que para este 25 de octubre me están rondando en la cabeza:

– El sistema democrático necesita para mantenerse como tal, o lo más cercano a uno, un recambio regular de las personas que ocupan el poder.

– Es difícil conocer realmente las intenciones políticas, personales y sociales detrás de cada candidato. La principal forma de acceso que tenemos (de intentar entender algo) es a través de los discursos, de los enunciados, de las palabras, las posturas, las miradas, lo que nombran, lo que no nombran. Y por suerte, es muy difícil que esto se despegue del todo de lo que son en esencia, entonces es un gran indicio.

– Además (sigue de la anterior), decir ES también hacer. Nombrar las cosas es construirlas. Cómo las nombro es cómo las construyo. Cómo ME nombran, es cómo ME construyen. (Perdón por todas las mayúsculas de esta frase).

– Claramente ningún candidato va a gobernar para todos los sectores sociales por igual, ni es posible hacerlo. Sí puede haber grados: “más igual”.

– Kant: “obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”.

– No está mal votar al que más nos convence aún si pensamos que no tiene chances de ganar… quizás hay miles y miles como nosotros desviando un voto que podría, en suma, tener mucho valor.

– No olvidar que tan importante como el candidato son las alianzas que éste y su gobierno puedan construir.

– Y por favorrrrrrrr: dejar de depositar todo en las personas. Dejar de decir “Cristina”, “Mauricio”. Si Scioli no participa del debate, dediquémosle un rato a debatir su situación, pero dediquémosle más rato aún a pensar por qué votamos a un candidato que hace eso. Empezar a focalizar en nosotros, en los comportamientos que uno tiene, las decisiones que uno toma; empezar a pensar en los políticos como servidores públicos, como formadores de consenso, como representantes y no como monstruos autónomos todopoderosos.. quizás nos va a permitir un día votar desde la convicción.

Probablemente esta lista de reflexiones me arroje como resultado a quién votar.
¿Cuáles son tus notas mentales para estas elecciones?

PD: Respetemos el voto ajeno. Enriquezcámonos del intercambio de opiniones. Todos (sí, creo esto) queremos vivir bien.

¿Qué pasaría…?

Propongo, al que esté dispuesto, un ejercicio de imaginación…

Tratá de despojarte por un minuto de prejuicios, de presupuestos y de esas concepciones tan arraigadas que tenemos hacia el entorno y hacia las cuestiones más básicas de la vida y pongámonos a pensar en lo siguiente:

Estás acostumbrado a levantarte todos los días, tomarte el desayuno y salir de tu casa para alguna actividad. Cuando abrís la puerta de tu casa para irte das por sentado que del otro lado va a haber un piso, aunque no lo veas antes de abrirla, repito, aunque no lo veas antes de abrir la puerta, estás seguro de que del otro lado va a haber un piso el cual pisar para continuar tu camino. Vas a la parada de colectivo y también estás seguro de que el bondi que te vas a tomar, por el número distintivo que tiene, te va a llevar al lugar que esperás. Y si vas en auto, no ponés en duda ni por un minuto que verde, rojo y amarillo siguen significando lo mismo que lo que significaron siempre. Saludás a una persona o preguntás la hora en la calle y antes de hacerlo das por hecho que ésta te va a contestar en tu idioma, que va a entender lo que le estás diciendo. Te comprás de camino una bebida en un quiosco y sabés que la podés pagar con esos papeles que llevás en la billetera, y también sabés que si el envase dice lima limón, va a ser una bebida con gusto a lima limón… nunca te imaginás que puede ser otra cosa, ni siquiera que puede llegar a ser algo que no sea comestible o peor, que sea una sustancia dañina para tu cuerpo. Llegás al trabajo y esperás que de alguna manera lo que estaba al día anterior siga estando ahí. Levantás el teléfono y esperás encontrar del otro lado a una persona. Prendés la televisión, abrís el diario, y asumís que te van a contar eso mismo que está pasando alrededor tuyo, que vos individualmente poco podrías conocer si no fuera por ellos. Pero asumís que eso que te cuentan es de alguna u otra manera lo que pasa. No ves en todo el día a tu familia, pero sabés que a la tarde llegás a casa y van a estar. Y ni te preguntás si tu casa sigue siendo en la misma dirección de la que te fuiste a la mañana. Das por sentado que estás viviendo un día nuevo, que el tiempo avanza hacia adelante; das por sentado que estás vivo, das por sentado que te llamás como creés que te llamás y que sos parte de la historia de la que creés que sos parte…

Cuántas cosas! ¿No? Y cuánto necesitamos creer y confiar para llevar a cabo nuestras vidas diarias…

Pido que me sigan, en este estado despojado, un rato más.

La pregunta necesaria es: ¿qué pasaría si un día te levantás y desayunás como todos los días, agarrás tus cosas, abrís la puerta de tu casa… pero del otro lado no hay ningún piso? ¿Qué pasaría si el colectivo tomó otro camino y terminás en un lugar desconocido; o si no aceptan tus billetes en el quiosco; si la gente te llama con otro nombre; si los autos avanzan en rojo y frenan en verde; o si sos testigo de una pelea entre un chico que duerme en la calle y un comerciante que quiere sacarlo a la fuerza de su vereda porque le trae mala imagen, y posteriormente ves la noticia en los diarios pero refiriendo al mismo hecho éstos dicen “joven quiso robar en un negocio y los vecinos se juntan para evitarlo”…? ¿Qué pasaría con todo ese mundo que creías de una manera y que estaba dispuesto de esa manera para que puedas transitarlo con seguridad?

Un poco más y termino…

¿Qué pasaría si un día te enterás que todo lo que creés verdadero, que todo por lo que luchás, que todo lo que defendés con tanta seguridad se vuelve diferente; si descubrís que estuviste apoyando ideas con las que quizás ni siquiera te involucrarías y sólamente por no haber ejercitado una herramienta tan simple como la pregunta, como la duda, por no haber sospechado nunca, ni un poquito, que las cosas pueden ser diferentes…

Termina el ejercicio. Volvamos a la vida que nos exige confianza.
La moraleja la dejo a su imaginación.

Humilde análisis

Resulta que hay un alguien…
Que nos dice que hay que hay que defender los derechos humanos, que hay que terminar con los monopolios mediáticos, que hay que otorgar asignaciones a poblaciones más vulnerables, que hay que defender lo propio… y eso está buenísimo.

Y resulta que hay otro alguien…
Que intenta decirnos que no se debe concentrar al poder, que intenta mostrarnos los negocios secretos de los líderes políticos, que nos señala cada vez que puede una cruda realidad que nos rodea, que deberíamos luchar contra la corrupción, contra la censura… y eso está buenísimo también.

Pero el primer alguien…
También nos inculca que defender lo propio es sinónimo de rechazar lo ajeno, que hay que llamar Gorila al que piensa distinto, que “Clarín miente”, que lo único malo existente es la dictadura, que hay una sola manera de ser argentino, que hay una sola manera de ser latinoamericano. Implantándonos la idea de que hay un pueblo y hay un no pueblo.

Y el segundo alguien…
También nos predica quién es gente y quién no, quién entra dentro de la categorización de los que merecen garantías sociales y quiénes son los que contaminan la sociedad. Implantándonos la idea de que hay gente y hay no gente.

Pero lo más loco es que en realidad no son alguienes tan distintos, que inclusive les gusta jugar a ser a veces un alguien y a veces el otro alguien. Y en realidad tampoco les importa tanto el contenido de lo que venden sino venderlo para enfrentar, dividir y por ende ganar siempre –siempre– ellos…

Y terminamos peleando en una batalla ajena y absurda, defendiendo lo indefendible, sin ver que la lucha verdadera es otra; es la que no vemos, la que nos pasa por al lado mientras estamos tan empeñados en refutarle al otro lo que piensa y mientras hay unos pocos que se llenan cada vez más de dinero y de poder con este juego.

Es como si dos chicos se pelearan a muerte para decidir a qué jugar, mientras no ven que hay un tercer chico que está al lado tirado en el piso porque se lastimó y necesita ayuda (que por ende ni va a poder jugar a lo que sea que decidan jugar, cuando sea que decidan a qué jugar). Y paralelamente dos adultos se acercaran y les dieran manija a los chicos, a cada lado, para alentarlos a seguir peleando. Así, mientras los pibes se entretienen, ellos tienen más tiempo libre para ir a comer algo o salir a bailar, o hacer negocios…

Y así estamos, sosteniendo una pelea que lo único que hace es desatender al que lo necesita y alimentar al que lo tiene todo, sin siquiera poder jugar y disfrutar de la vida, de lo que tenemos, de lo que nos rodea, del otro.

Quizás es tiempo de frenar el mecanismo en el cual nuestros líderes (políticos, de opinión, de lo que fuere) nos llenan de argumentos para pelear y para defender como intereses propios… y empezar a decirles nosotros cuáles son los intereses que tienen que defender y por los cuales tienen que trabajar.

Dejemos los bandos y veamos cómo se desmorona el sistema que vive y saca ventaja de la división en nuestro país y en tantos otros.

* Y después de todo eso, algo más… dejemos de invertir energía en la discusión misma sobre los bandos, y veamos lo que queda eclipsado por esa pelea… y quizás logremos empezar a construir un entorno mejor.