Humilde análisis
Resulta que hay un alguien…
Que nos dice que hay que hay que defender los derechos humanos, que hay que terminar con los monopolios mediáticos, que hay que otorgar asignaciones a poblaciones más vulnerables, que hay que defender lo propio… y eso está buenísimo.
Y resulta que hay otro alguien…
Que intenta decirnos que no se debe concentrar al poder, que intenta mostrarnos los negocios secretos de los líderes políticos, que nos señala cada vez que puede una cruda realidad que nos rodea, que deberíamos luchar contra la corrupción, contra la censura… y eso está buenísimo también.
Pero el primer alguien…
También nos inculca que defender lo propio es sinónimo de rechazar lo ajeno, que hay que llamar Gorila al que piensa distinto, que “Clarín miente”, que lo único malo existente es la dictadura, que hay una sola manera de ser argentino, que hay una sola manera de ser latinoamericano. Implantándonos la idea de que hay un pueblo y hay un no pueblo.
Y el segundo alguien…
También nos predica quién es gente y quién no, quién entra dentro de la categorización de los que merecen garantías sociales y quiénes son los que contaminan la sociedad. Implantándonos la idea de que hay gente y hay no gente.
Pero lo más loco es que en realidad no son alguienes tan distintos, que inclusive les gusta jugar a ser a veces un alguien y a veces el otro alguien. Y en realidad tampoco les importa tanto el contenido de lo que venden sino venderlo para enfrentar, dividir y por ende ganar siempre –siempre– ellos…
Y terminamos peleando en una batalla ajena y absurda, defendiendo lo indefendible, sin ver que la lucha verdadera es otra; es la que no vemos, la que nos pasa por al lado mientras estamos tan empeñados en refutarle al otro lo que piensa y mientras hay unos pocos que se llenan cada vez más de dinero y de poder con este juego.
Es como si dos chicos se pelearan a muerte para decidir a qué jugar, mientras no ven que hay un tercer chico que está al lado tirado en el piso porque se lastimó y necesita ayuda (que por ende ni va a poder jugar a lo que sea que decidan jugar, cuando sea que decidan a qué jugar). Y paralelamente dos adultos se acercaran y les dieran manija a los chicos, a cada lado, para alentarlos a seguir peleando. Así, mientras los pibes se entretienen, ellos tienen más tiempo libre para ir a comer algo o salir a bailar, o hacer negocios…
Y así estamos, sosteniendo una pelea que lo único que hace es desatender al que lo necesita y alimentar al que lo tiene todo, sin siquiera poder jugar y disfrutar de la vida, de lo que tenemos, de lo que nos rodea, del otro.
Quizás es tiempo de frenar el mecanismo en el cual nuestros líderes (políticos, de opinión, de lo que fuere) nos llenan de argumentos para pelear y para defender como intereses propios… y empezar a decirles nosotros cuáles son los intereses que tienen que defender y por los cuales tienen que trabajar.
Dejemos los bandos y veamos cómo se desmorona el sistema que vive y saca ventaja de la división en nuestro país y en tantos otros.
* Y después de todo eso, algo más… dejemos de invertir energía en la discusión misma sobre los bandos, y veamos lo que queda eclipsado por esa pelea… y quizás logremos empezar a construir un entorno mejor.